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Mónica Cabarcas 

Corría en tacones de 10 centímetros rumbo a una reunión  en la oficina, cuando me alcanzó un señor bajito con una ancha bata blanca. —Señorita: le doy hasta 400.000 pesos  por esa melena. —No, señor, muchas gracias —y solté una risotada sin dejar de caminar. Cuando llegué a la esquina, decidí devolverme a buscar al comprador de pelo, pues no todos los días  me hacen ese tipo de ofertas.  El extraño sujeto entró a la peluquería Stefania Borda.

 

Un gigante letrero con fotos de mujeres desnudas con largas cabelleras anunciaba: "Compramos su cabello". Dos peluqueros me explicaron que ellos abordaban a mujeres elegantes con largas y abundantes cabelleras, pues siempre son las más cotizadas en el mercado de los pelos. 

 

Hasta la manicurista me contó que los hinchas de Santa Fe  llegan por temporadas a deshacerse de sus melenas a cambio de plata para las entradas de los partidos, "hasta un borracho con un pedazo de pelo  se apareció un día", dijo entre dientes el peluquero más viejo. 

 

Cuando me imaginé lo fea que podría verme calva y lo poco que son 400.000 pesos —toca esperar seis años para que crezca el pelo—, pensé que las personas que hacían eso estaban locas. Sin embargo, la historia me sirvió para justificar mi llegada tarde a la oficina y anunciarle a mi jefe que si no me pagaban rápido, la próxima vez me vería con un corte al estilo "gamín".

Cazadora de pelo
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