El Diablo se esconde tras el Jesús con pelo
De corbata, de vestido, viejos, no tan viejos, curiosos se acercan a rezarle al Señor de la AgonÃa: un cristo de unos 40 centÃmetros y un pelambre hasta la cintura que en teorÃa no para de crecer. En la Iglesia San Francisco, en la Jiménez con séptima, compite por el culto con otras figura emblemáticas como la Virgen de la Medalla Milagrosa o el Señor CaÃdo.
Las personas se posan de frente, se dan la bendición, permanecen inmóviles unos minutos y salen a la calle. Detenerlos parece algo invasivo. Se muestran de afán y dicen no tener nada qué decir. La suplicas son Ãntimas, es el señor de la agonÃa y preguntar el motivo de la visita puede ser en exceso entrometido. Quienes responden no muestran interés en el mito y los curiosos solo lo señalan con una sonrisa. Muchos otros simplemente pierden el impulso al ver la grabadora y piden responder sin dejar registro de ningún tipo. En la casa parroquial parece nunca haber nadie: en cinco ocasiones, la misma persona me dijo que no me podÃan atender. Aunque en teorÃa un padre franciscano es quien le corta el pelo cada cinco años para que ya no se vea tan fachudo.
Pero un opositor. Un enemigo que hace parte de la iglesia se niega a rendir pleitesÃa a una escultura que, según él, más que a Dios oculta las trampas del demonio. Con salmo en mano y tono de profeta les canta los pecados a quienes caen en estas idolatrÃas.
Si las voces no son fáciles de conseguir, el registro fotográfico no es muy distinto. Las fotos son prohibidas y pese a que el desinterés del hombre de seguridad puede funcionar como aliado, es muy fácil ser visto y reprendido. El castigo no es muy fuerte, pero ya queda uno entre ojos y es imposible seguir jugando al mercenario (por lo menos hasta el cambio de turno).
Por lo demás es una pequeña historia que hace parte de las curiosidades que habitan la ciudad. Cada quien con lo que quiera creer. Bogotá es hogar de un pequeño Jesús al que su pelo largo no le para de crecer y se lo presentó por medio de su oposición.